Jesús Manuel Hidalgo / F&S
Grupo Cultural Nueva Jovel
Cuenta el cronista Bernal Díaz del Castillo que los Aztecas de la Gran Tenochtitlán (hoy Ciudad de México) fueron derrotados por fin el 13 de agosto de 1521. Asegura que por primera vez en un tiempo que para los europeos parecía interminable, no se escucharon el sonar de los tambores ni el griterío de la gente y que todo era un silencio extraño esa noche.
A partir de entonces, los guerreros y los jóvenes civiles Aztecas y Tlaxcaltecas fueron obligados a ir como aliados de los extranjeros en sus guerras de conquista, tal como sucedió en Chiapas en 1528, y es así como fundaron los barrios de Mexicanos y de Tlaxcala en nuestra ciudad San Cristóbal de las Casas.
Fueron los primeros dos asentamientos humanos que recibieron el nombre barrios, contemporáneos de los mayas tsotsiles que se fueron estableciendo en las cercanías del convento de los frailes mercedarios.
Por su parte, las y los mayas tsotsiles de Cuxtitali y San Felipe vivían aquí desde hace miles de años, ya que eran descendientes de las ciudades de Moxvikíl y de Ecatepec, en el norte y en el sur del valle de Jobel, respectivamente.
Al igual que sucedió en la Ciudad de México y en otras de la primera etapa de conquista y fundación de asentamientos españoles, en nuestra ciudad, la Virgen de la Asunción fue la patrona desde 1528, cuya celebración es el 15 de agosto, en recuerdo de los días inmediatos al triunfo militar de los europeos, quizás como un signo y un recordatorio de una fecha en el calendario de los nuevos tiempos que se comenzaron a vivir a partir de entonces.
En los procesos de cambio y nuevas síntesis religiosas, la imagen de la virgen María con el mundo a sus pies, acompañada por la luna y las estrellas en su manto y en sus alrededores fue sustituyendo poco a poco la veneración al astro principal de la noche que desde hacía miles de años practicaban los pueblos originarios del área cultural de Mesoamérica, cuyo capital era la Gran Tenochtitlán –La ciudad de México, de donde provenían las parejas jóvenes que fundaron el barrio de Mexicanos-.
Con el paso del tiempo, la celebración a San Cristóbal Mártir comenzó a tomar cada vez más importancia en la catedral de nuestra ciudad, hasta que Nuestra Señora de la Asunción pasó a celebrarse principalmente en el barrio de Los Mexicanos.
Después de la inundación del barrio vecino de Tlaxcala en 1785, su población se vio obligada a pasar a vivir del lado oriente del Río Grande o Río Amarillo, trayendo consigo la celebración al Misterio del Tránsito de María a los cielos en la ermita de Mexicanos, a la que le sumaron la fiesta de la Coronación de la misma virgen como Reina y Madre de todo lo creado. Por ello, sus tres fiestas en un solo período, son las más prolongadas de la ciudad.
Igual que sucedía en los demás barrios del San Cristóbal Colonial, Mexicanos contaban con su propio Alcalde y Gobernador indígena, elegidos, aceptados y controlados por la asamblea de sus pobladores, tal como aparecen en 1748 en los registros del Archivo Histórico Diocesano, estructura organizativa que probablemente todavía estaba vigente hacia finales del siglo XIX cuando el novelista Flavio Antonio Paniagua le llama El barrio de los indígenas mexicanos.
Esa forma de organización les permitía administrar para su propio beneficio los recursos naturales de su territorio, mismo que fue durante siglos el fundamento de los tejidos familiares y sociales de tipo comunitario que lo caracterizaron, basados en la comunicación, el servicio, la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo.
Las leyes de reforma de 1857 desconocieron dichas autoridades de barrio –igual que sucedió en los demás barrios antiguos de la ciudad- acelerando la desaparición del sentido comunitario de vida, para abrir el camino a formas cada vez más individualizadas, competitivas y materialistas, como elementos centrales de la ideología de la vida moderna.
Quizás por ello, las estructuras organizativas religiosas comenzaron a cumplir desde entonces una especie de Refugio del sentido de responsabilidad colectiva, de Comunalidad y de respeto a la naturaleza, considerada como un ser sagrado, de la que los humanos sólo somos una parte, no somos sus dueños.
Por ello, quizás sea urgente volver sobre nosotros mismos para valorar lo mejor que aún nos queda de las estructuras familiares, vecinales y sociales que nos dan sentido de vida colectiva, elementos que se hacen más visibles durante el movimiento que generan nuestras fiestas de barrio, alimentados por las espiritualidades religiosas y laicas, que pueden estar constituyendo en estos momentos anclajes y soportes de la esperanza, ya que permiten el surgimiento de lo más esencial de nuestra condición humana, que son la comunicación y la solidaridad.
Vaya un afectuoso saludo para las y los celebrantes del Barrio de Mexicanos y sus visitantes: El Colectivo Cultural del barrio de Mexicanos: Sra. Socorro Díaz Montes, Sra. Rosa Álvarez Maldonado y Profra. Leticia Utrilla Arizmendi y por el Grupo Cultural Nueva Jobel: Jesús Manuel Hidalgo Pérez.